Lo extraordinario está sobrevalorado. Tenemos la sensación de que solo las grandes hazañas son las que pasan al recuerdo colectivo y es el transcurrir de la propia historia lo que las torna inmortales. Sin embargo, su prominente sombra, tan abrumadora, nubla en ocasiones la percepción humana, incapaz de digerir tal derroche de épica. Es lo que tienen los héroes. Al idealizarlos, se ensalzan las virtudes y se olvidan los defectos. Y sin esa parte negativa ¿qué son? Humanos no, desde luego.
En esta frenética sociedad, que circula continuamente por encima del polémico límite del 110, resulta más sencillo mirar por la ventanilla y dar un rápido vistazo al paisaje que detenerse para admirarlo con detenimiento. ¡No hay tiempo! Casi todos se conforman con “ver” en vez de preocuparse por “estar”. Por eso, cuando alguien es capaz de hacer ese alto en el camino y absorber las pequeñas cosas que tiene a su alcance, puede llegar a fascinar.
Así es Daniel Gascón, escritor zaragozano que tiene publicados dos libros de relatos (La edad del pavo y La vida cotidiana) y una novela (El fumador pasivo) a sus exprimidos 30 años. Títulos que resumen la cercanía de su obra y que constituyen una declaración de principios a la hora de entender su literatura.
Arropado en un manto de entrañable timidez, Gascón hace de esta característica una virtud, pues sus palabras brotan pausadamente espontáneas y resuenan naturalmente sinceras. “Me gusta observar y reflexionar sobre lo que tengo a mi alrededor para luego plasmarlo en el papel. Para mi es muy divertido escribir de cosas cercanas. Pienso que al tratar temas y vivencias comunes se establece un núcleo de identificación con los lectores más allá de lo diversos que sean”, afirma reposado.
- Pero, ¿hay hueco para este tipo de literatura más intimista?
- Si lo hay en otros ámbitos artísticos, ¿por qué no? Creo que hay espacio suficiente para todos. El río de la literatura arrastra muchos troncos y yo soy uno de ellos.
- No obstante, sus relatos van más allá de vivencias personales.
- Cuento experiencias de mi propia vida, siempre bajo un código de ficción, y sin revelar detalles íntimos más allá de la anécdota Lo importante es que la historia sea verosímil. Un escritor puede desvelar más sobre sí mismo en un relato sobre la invasión de Napoleón a Rusia, por ejemplo.
Novelas para jóvenes
Si existe un tema social recurrente que aflora con cierta periodicidad en los medios de comunicación es la adolescencia y su problemática. A la hora de trasladar esta realidad a las obras de ficción, sea en el formato que sea, se suele incurrir en demasiados tópicos. Personajes planos y previsibles incluidos. La explicación para Gascón radica en que: “Existe el riesgo de intentar crear literatura y acabar haciendo sociología. No te puedes limitar a solucionar o señalar los problemas del mundo. Tienes que dar algo más al lector creando aristas en la trama y personajes que completen la historia”.
En este sentido, en La edad del pavo, el zaragozano desarrolló su propia visión del viaje de la juventud a la madurez. “Me interesaba mucho escribir una novela de adolescentes siendo uno de ellos todavía. Así, pude rehuir de un cierto paternalismo hacia mi mismo”, desvela. Reconoce sin titubear que el género le cautiva, y cita entre sus referentes El guardián entre el centeno, de J. D. Salinger; Adiós Colombus, de Philip Roth; Autos de choque, de Rodolfo Notivol y Dibujos animados, de Félix Romeo.
No obstante, el tono emocional de su voz cambia radicalmente al mencionar a uno de los escritores que considera como su faro literario: Ismael Grasa. “Él dice que lo importante a la hora de escribir un libro son los amigos de los que te rodeas. Ellos, indirectamente, alimentan el relato. Sus conversaciones, sus inquietudes… todo queda plasmado. Por eso no entiendo la admiración hacia la figura del escritor aislado de la sociedad. ¡Es una tontería! La literatura es la historia de amistades y enemistades muy fuertes, y su cultura no es más que una conversación desordenada. Lees un libro de un clásico romano, después una obra contemporánea, alguien lee algo tuyo, comentas un relato con un amigo…”.
A tenor de estas palabras, no hay duda posible ante la evidencia de que Daniel Gascón es un escritor integrado en el mundo que le rodea. Por consiguiente, los avances tecnológicos no son ajenos a su ecosistema. Ante la tesitura de la desaparición del libro tradicional a favor del soporte digital su expresión dibuja una mueca entre lo picaresco y melancólico. “Los libros electrónicos pueden llegar a sustituir al libro impreso. Yo lo sentiré mucho, porque tengo amigos libreros. Pero no sé cuantos reportajes he leído ya sobre el apocalipsis del papel y lo cierto es que no acaba de producirse”, dice no sin cierta sorna. El escritor se detiene unos momentos, sosteniendo el silencio mientras se acaricia la mejilla. Finalmente concluye su argumento defendiendo que: “La tecnología del libro está muy bien pensada. El único pero es el espacio físico que ocupan… En todo caso, podrá desaparecer o no, pero la literatura sobrevivirá”.
Una ventana al mundo
Siguiendo el hilo de su reflexión, es inevitable cuestionarle acerca de los periódicos y la prensa diaria. Sorprendentemente, Gascón es mucho más contundente en este campo. A su parecer, “los periodistas dan demasiado la tabarra con su propia crisis. Coges un diario y lees que la gente compra menos periódicos. ¡No me lo digas a mí! Lo que tienen que conseguir es captar a los lectores ofreciendo otro tipo de contenido que les resulte atractivo. En mi opinión, los suplementos de los domingos lo consiguen incorporando otra clase de géneros”.
- Hay veces que se lee el periódico y no se ven más que barbaridades. ¿Somos cada vez más despiadados?
Como explorador social que es, Gascón escruta en su mente como si procesara en un instante toda la información que almacena en su memoria antes de responder.
- Pienso que nuestro entorno no es más cruel que antes. No hay que volverse locos y poner nombre a todo. Por ejemplo, siempre ha habido niños que, desgraciadamente, lo han pasado mal en el colegio por unas cosas o por otras. Ahora, tiempo después, sabemos que eso se llama "bulling" y que también puede suceder en el trabajo. Esta información sirve de poco si no se consigue lo verdaderamente importante: que no se produzca.
- Pero, con toda la información que tenemos hoy día, ¿por qué no insistimos en solventar esos problemas?
- La historia es una crisis permanente. Me imagino viviendo en la edad media y seguro que me quejaría de lo rápido que cambia el mundo. ¡Y eso que todo pasaba lentísimo! Esa misma sensación, pero agudizada, persiste hoy día. Hace cinco meses, Wikileaks iba a cambiar el mundo y hoy casi ni nos acordamos de ello. Desde entonces han pasado muchas cosas. Tenemos las revueltas árabes, la campaña electoral, los acampados en Sol… Es como la espuma de la cerveza. Noticias muy fuertes que suben rápidamente pero que se agotan muy pronto.
Una afirmación con derecho de autor
Gascón combina su labor de escritor con la de traductor de obras literarias, vía que, asegura, “permite conocer nuevos nombres y estar en contacto con las palabras”. También ha hecho sus pinitos como guionista en la película Todas las canciones hablan de mí, de Jonás Trueba, y se declara admirador del trabajo de Woody Allen. Quizás no sea casualidad, puesto que la forma de romper el tono introvertido de su discurso guarda similitud con la acostumbrada por el director de Manhattan: “La SGAE tiene el peor jefe de prensa desde Stalin”, espeta Gascón aprovechando una guardia baja. Una carcajada, unos hombros encogidos, una expresión mundana… y vuelta al caparazón.
Posteriormente, contextualiza la broma parapetándose en que “es sencillo entender que los autores tienen derecho a cobrar por su trabajo. ¿Cómo defendiendo algo tan simple han sido capaces de hacerse tantos enemigos? Las nuevas tecnologías brindan numerosas posibilidades y hay que establecer un rumbo para no dejarlas pasar. Lo malo es cuando los argumentos del otro bando se reducen a “nos lo bajamos porque podemos”. Eso no es ético ni racional”.
Y así, una entrevista a bajas revoluciones, transcurrida por un horizonte que resulta familiar, llega a su fin. Nada de grandes hazañas protagonizadas por hombres extraordinarios. Nada de relatos mitológicos sobre lugares fantásticos donde se libran batallas ancestrales entre el bien y el mal. Tan solo un escritor y el mundo en el que vive. El que ve cada mañana por la ventana al levantarse. Nuestro mundo. Así es Daniel Gascón. Un escritor de la vida. Un tipo normal.
Enlaces
Blog de Daniel Gascón
Nuevo talento Fnac de literatura
Trailer de Todas las canciones hablan de mí
Nota: Un fragmento de esta entrevista fue publicado en El Periódico de Aragón el miércoles, 8 de junio de 2011, bajo el título: Érase la historia de un tipo normal.
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