viernes, 11 de noviembre de 2011

Luc Alphand: el ave Fénix de nuestro tiempo


Hay un tópico que suele repetirse una y otra vez a los jóvenes deportistas durante su periodo de formación: "lo difícil no es llegar, es mantenerse". Una lección muy valiosa que no todos llegan a asimilar. Sin embargo, encontramos otro concepto igual de recurrente que hace referencia a la capacidad de las grandes estrellas para adaptarse a los nuevos tiempos sin que se resienta su rendimiento: la reinvención.

El deporte, en la disciplina que sea, está en constante evolución. Lo que servía hace diez años es ahora insuficiente. En el fútbol se corre más. En el golf hay que pegar más duro. En el motociclismo es necesario ser capaz de conseguir la mejor puesta a punto. En definitiva, realidades a las que los profesionales deben hacer frente potenciando sus capacidades.

La historia ha deparado casos en los que un deportista ha conseguido triunfar en disciplinas distintas, aunque normalmente, y sin quitar un ápice de mérito, estas guardan una estrecha relación. John Surtees, por ejemplo, fue capaz de proclamarse en siete ocasiones campeón del mundo de motociclismo antes de vencer en el campeonato de Fórmula 1 de 1964. Sin embargo, existe un nombre que ha llevado el término “reinvención” a su máxima expresión.

Luc Alphand nació en Briançon (Francia) el 6 de agosto de 1965. Se inició muy joven en el mundo del esquí. Con apenas diecinueve años hizo su debut en la Copa del Mundo. El francés fue afianzándose en las pruebas de velocidad hasta lograr la clasificación general de Descenso en 1995 y 1996. Pero lo mejor estaba por llegar. En 1997, Alphand se convirtió en el primer campeón de la general de la Copa del Mundo con victorias únicamente en Descenso y Super-G. Entonces, sorpresivamente, anunció su retirada. “Un esquiador se juega la vida en cada descenso. He logrado lo máximo y no veo razón para seguir”, explicó Alphand. Atrás dejaba un palmarés que, a la victoria en la general en Copa del Mundo, hay que sumar 12 victorias parciales, 3 generales de Descenso, una general de Super-G y el bronce en los Campeonatos del Mundo de Descenso de Sierra Nevada.

Cualquiera daba por sentado que los días de gloria de Luc Alphand habían pasado. De hecho, el comunicado en el que anunció que iniciaba su andadura como piloto de automovilismo pasó bastante desapercibido para la prensa. Hasta que un día, saltó la liebre: ¡Un esquiador participará en el Rally Dakar!



La historia del hombre que cambió la nieve de los Alpes por la arena del desierto del Sahara dio la vuelta al planeta. Lo más increíble es que lo que muchos vieron como una simpática aventura, pronto se destapó como un auténtico reto de pura competición. Nadie reparó en su creciente progresión hasta que en 2004 Alphand terminó la durísima prueba en 4ª plaza. Inmediatamente, el equipo Mitsubishi anunció el fichaje del esquiador/piloto francés para el próximo año, edición en la que logró la 2ª posición. Y a la tercera, fue la vencida. Alphand ganó el Dakar 2006 por delante de su compañero, el mito del desierto, Stépahane Peterhansel. El sueño estaba cumplido…

A diferencia de lo sucedido con el esquí, Luc tomó la decisión de continuar con su carrera de piloto a pesar de haber alcanzado el reto. La figura del francés volvía a ser tan respetada y reconocida como en sus años de gloria por las laderas de las montañas. Por eso, en el 2009, la noticia de que Alphand había sufrido un grave accidente de moto en un rally de su país sacudió el mundo del deporte. La tragedia planeó por momentos. El francés presentaba fractura de varias vértebras que afectaban a la movilidad de sus miembros. Afortunadamente, logró recuperarse de las lesiones sin arrastrar secuelas. No obstante, los médicos le advirtieron del riesgo que asumía en caso de producirse un nuevo percance. La retirada fue la única opción posible.

Pero a estas alturas de la película deberíamos entender que estamos ante un hombre que no se rinde. Si algo ha demostrado Alphand, es su capacidad de reinvención. Por eso, como el ave Fénix, ha resurgido de sus cenizas una vez más. A sus 46 años, “Lucho” ha encontrado un nuevo camino para satisfacer su sed de competición.: la vela. “Navegar es una de las últimas actividades realmente aventureras que quedan en el deporte que requiere de físico, inteligencia y habilidades técnicas. Sé que suena estúpido, pero cuando has tenido una vida tan excitante como la mía no puedes parar en la búsqueda de sensaciones estimulantes para sentirte vivo”.

Esta es la historia de Luc Alphand. La vida de un esquiador, de un piloto y de un regatista. Una persona en la búsqueda constante de retos. Un deportista que compite para ser libre. El testimonio viviente de que cuando una puerta se cierra siempre hay ventanas abiertas. El relato de un hombre que sabe reinventarse en todas las facetas de la vida.



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