domingo, 3 de abril de 2011

Eco del mensaje de Zabala de la Serna: "Tolerancia cero"


Novillo de Santa Coloma en los corrales de Las Ventas. Fotografía: Blog de fotos de Manon

Estimado y admirado don Vicente:

Comenzaré diciendo que igual mi planteamiento es una soberana tontería, puesto que hablo desde una casi total ignorancia de los recovecos internos que mueven la fiesta de los toros.

A pesar de ello, cualquier hijo de vecino sabe que estamos ante un mundo en el que el politiqueo, los despachos y los contactos siempre han mandado. Añadiría yo que las corridas de toros, desde un punto de vista administrativo, han perdido cualquier componente romántico. Son, simple y llanamente, un negocio. Y como tal, son empresarios, con todas las letras de la palabra, los que dirigen el cotarro.

Y claro...vende más en un cartel el nombre "Cayetano" que "Partido de Resina".Esta realidad ha creado una situación un tanto extraña. Hasta donde he leído, los grandes toreros de la historia y los pasajes más brillantes de la tauromaquia han surgido siempre de rivalidades épicas. Entiendo que lo que movía a la figura era demostrar que estaba por encima de los demás. Si había que ponerse delante de un Miura, uno se ponía delante de un Miura.

Ahora no existen esas grandes rivalidades. Y no existen porque los toreros punteros saben que, desde un prisma comercial, son indispensables. Tienen más poder juntos que enfrentados en competencia. Sienten que, unidos, obtienen "más" por "menos".Y que el empresario va a tragar porque ha montado su espectáculo de forma que no le queda otra. Recortará de aquí o de allí. Así se ven tropelías en forma de ausencias ganadas a pulso en el albero.

Consecuencia directa de la coalición de estos toreros, como usted denuncia, es el trapío del toro "artista".Y en última instancia, el mono encaste reinante. Los ganaderos ceden ante lo que pide el mercado. Ponen excusas baratas para justificarlo. Y toman por tonto al auténtico público.¿De verdad piensan que no sabemos diferenciar peso y trapío? Pongan uno en tipo de La Quinta en puntas y otro de las sucursales con cincuenta kilos más. A ver con qué nos quedamos...

Pero aún hay más. Lo peor para la fiesta, a mí modo de ver, es la incesante desaparición de auténticos aficionados de los tendidos. Y aquí es donde los que manejan el tinglado pueden estar cometiendo un error de cálculo. Los aficionados son los que compran los abonos. El público ocasional, el de los carteles de campanillas, no sustenta una plaza. Y aficionado, progresivamente, está demostrando que no está interesado en lo que le ofrecen. El público es soberano, y está diciendo que se va. Poco a poco, si. Pero puede llegar el día que la burbuja explote y el castillo de naipes se les vaya al garete. Plazas históricamente duras son hoy día anodinas y no tienen personalidad. Ese es el reflejo de que lo que digo está pasando.

Y esto es, resumido, lo que me lleva a formular mi utópica propuesta.¿Tan descabellado sería si las empresas identificasen a tres o cuatro aficionados representativos de sus plazas y les consultasen a la hora de confeccionar carteles?

El mensaje está claro: "Tolerancia cero"

Enlaces
La hora de la Verdad
Blog de fotos de Manon

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