El triunfo de Juan Mora el pasado sábado en Las Ventas no es de los que se miden por los trofeos otorgados. La sensibilidad, el empaque, la torería y, ante todo, la naturalidad que el diestro cacereño demostró en el ruedo no merecen debates tan materialistas al respecto.
Más bien al contrario. ¡Que aprendan los pegapases y figurines de fotocopia! Porque cuando uno saca todo lo que lleva dentro da igual si sale perfecto. Lo que importa es el sentimiento. El sentirse torero delante del morlaco. Estar a gusto con uno mísmo. Ni figuras forzadas, ni faenas eternas, ni arrimones de bostezo...
Natural "natural" de Juan Mora
Esa es la diferencia entre ser torero y matador de toros. El oficio se puede aprender, como todo en la vida. Pero el arte, el verdadero arte del toreo, nace de la naturalidad. Un valor del que escasea el panorama taurino actual. Pero que cuando se da en una plaza, hace recordar a los viejos aficionados porqué comenzaron a ir a los toros.
Las fotos son del gran Manon
Siempre hay un primer torero que nos impacta. Que sin tener ni idea de la causa nos llama la atención sobre el resto. La razón es ese lenguaje universal y personalísimo de los creadores del arte. El de un servidor fue Joselito cuando le vi, por vez primera, con 6 años. El de los jóvenes aficionados que fueron el otro día a los toros será Juan Mora. Y nunca se olvidarán de ello
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